Érase una viejecita
Érase una viejecita
sin nadita que comer.
Sino carnes, frutas, dulces,
tartas, huevos, pan y pez.
Siempre tuvo chocolate,
leche, vino, té y café;
y la pobre no encontraba
qué
comer ni qué beber.
Apetito nunca tuvo
acabando de comer,
ni gozó salud completa
cuando no se hallaba bien.
Se murió de mal de arrugas
más encorvada que un tres,
y jamás volvió a quejarse
ni de hambre ni de sed.
Rafael Pombo
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